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San Clemente, redentorista

San Clemente María Hofbauer, redentorista

El éxodo de un pionero

Rasgos biográficos

San Clemente nació en Tasovice (Moravia: actual República Checa) en 1750. Fue el noveno de doce hijos de María Steer y Paul Hofbauer.

Muy pronto, siendo todavía un niño, a raíz de la muerte de su padre, Clemente tuvo que trabajar en una panadería. Después fue estudiante-sirviente en el monasterio de Klosterbruck, donde logró completar sus estudios básicos.

En diversos periodos de su juventud vivió como eremita. Pero, no satisfecho con este modo de vida y ayudado por personas bienhechoras, pudo estudiar filosofía y teología.

Junto con su amigo Tadeo Hübl, entró en la Congregación Redentorista en 1784. Ordenado sacerdote, fue enviado como Vicario General de la Congregación a los países del centro de Europa. Así nacieron nuevas fundaciones redentoristas más allá de los Alpes y comenzó la expansión de la Congregación por todo el mundo.

Clemente vivió en Varsovia durante veinte años, desarrollando una gran labor misionera y promoviendo nuevas vocaciones. De esta manera, con redentoristas de diversas nacionalidades, impulsó la evangelización valiéndose de los medios a su alcance: pastoral directa, misión popular, liturgia, asistencia social, educación de niños y jóvenes…

Fue un representante de la reacción religiosa frente al anticlericalismo reinante: contribuyó a que el josefinismo, movimiento político en el Imperio austríaco que quería someter la Iglesia al poder político, no se impusiera definitivamente.

En 1808, en plenas guerras napoleónicas, es expulsado de Varsovia y los redentoristas son dispersados. En ese trance, Clemente pensó en ir a Canadá, pero las circunstancias lo condujeron a Viena. Aquí desarrolló la evangelización practicando el acompañamiento espi-ritual, tanto de religiosos como de intelectuales y artistas. Animó cristianamente varios círculos de influencia cultural, social, política y religiosa.

Clemente murió en Viena el 15 de marzo de 1820. Un mes más tarde, a instancias del papa Pío VII, el emperador Francisco I de Austria firmó un decreto autorizando de nuevo la actividad misionera de los redentoristas en su territorio.

Fue beatificado por León XIII en 1888 y canonizado por Pío X en 1909. Años más tarde, en 1914, el mismo papa lo proclamó copatrono de la ciudad de Viena.

Peregrino y propagador del Evangelio

El éxodo y la peregrinación son datos relevantes en la vida de san Clemente. Se movió por media Europa por discernimiento vocacional o impulsado por la evangelización. Llevar la Palabra de Dios a todos y extender la misión son signos claros de su celo apostólico. Se dedicó tanto a niños como a jóvenes y mayores. Fue un apóstol en toda regla.

Para los redentoristas, san Clemente es un santo muy importante por su ejemplaridad, además de la influencia decisiva que tuvo en la expansión de nuestra Congregación. Pode-mos afirmar que si los redentoristas estamos hoy por todo el mundo, en gran parte se lo debemos al impulso de san Clemente de sacar la Congregación de Italia y extenderla por Europa, a pesar de las dificultades, sobre todo políticas.

Su figura es poco conocida en la Iglesia universal. No fue un intelectual. No dejó libros ni obras de relevancia. Pero sí dejó una gran herencia espiritual y evangelizadora.

San Clemente sufrió la intromisión descarada del emperador José II en cuestiones netamente eclesiales. Le llegó el influjo de la caída de la monarquía francesa, la formación y caída del poder napoleónico, el romanticismo… Desde Italia no siempre fue bien interpretado su proceder como redentorista: se le criticó la infidelidad al carisma y a la trayectoria de la Congregación. Sin embargo, como apóstol, su vida fue una simbiosis de lucha y cruz. Es lo que le suele suceder a todo pionero que arriesga como punta de lanza…

Ahí están los resultados de su misión y testimonio: en la transición del s. XVIII al XIX supo presentar la misión de la Iglesia con la creatividad de una persona emprendedora y edi-ficante. A pesar de moverse en un ambiente de decaimiento cristiano y de crisis cultural, tuvo el acierto de fomentar, de un modo tenaz, la formación de núcleos de renovación que irían haciendo surgir un movimiento popular cristiano.

El profetismo de Clemente

Este creyente llevaba dentro una fuerte condición de apóstol. Evangelizar era su misión y su premio. El reclamo de la “vida apostólica” lo inquietaba. Y la experiencia de la redención abundante hace de Clemente un redentorista auténtico, ejemplar. Esta pasión evangelizadora le pone en situación de “éxodo”. Como buen evangelizador, no es de los que se quedan en casa. Su empeño pastoral lo lleva a la calle: donde hierve la vida y suena el clamor de los necesitados. La “geografía del abandono” y los “núcleos de carencia” ponen a Clemente en trance de “salida apostólica”. Ante la imposibilidad política de hacer otra cosa, convierte la pequeña iglesia de San Bennon de Varsovia en una “misión permanente”.

Es especialmente sensible al pueblo llano. Dijo en una ocasión: “Predico de manera que cualquier criada me pueda entender”. Y está atento a las necesidades de los pobres. Cierto día, entró en una taberna de Varsovia, pidiendo limosna para el orfanato que cuidaba. Uno, al verle, le insulta y le escupe. Clemente sacó el pañuelo, se limpió y le dijo suavemente: “Caballero, esto es para mí. ¿Puede darme ahora algo para los huérfanos?”. Aquel hombre terminó siendo amigo de Clemente…

Como todos los santos, este apóstol redentorista sobresale por su humanidad, sencillez y audacia: consecuencia de una fuerte espiritualidad como cimiento y también de un gran esfuerzo por su parte. Conjugó el profetismo de la palabra con el apostolado de la “presencia”: hacer que la vida contenga gestos simbólicos que interroguen e irradien. Tuvo muy claro que antes de abrir la boca como profeta, debía estar hablando con toda su persona.

Con san Alfonso, ambos son las dos columnas sólidas sobre las que descansa nuestra evolución. Cada uno realizó una función complementaria. Si Clemente se lanzó más allá de los Alpes, no fue por simple aventura, sino porque el Espíritu andaba por medio. A partir de entonces, aprovechando los flujos migratorios y el movimiento misional del s. XIX, nuestra Congregación se ha ido extendiendo hasta implantarse en los cinco continentes.

San Clemente es un foco potente que ilumina nuestra identidad. Al evocar su figura, algo muy importante queda resonando: es un acierto invertir la vida al servicio del Evangelio.

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