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SEMANA SANTA

El marco de lo que los cristianos consideramos en esta semana especial es Jerusalén, la capital a la que Jesús tenía que llegar como profeta, para dar la cara ante las autoridades arriesgando por la causa de Dios. En este lugar se consumó la persecución hacia él y su martirio.

Situémonos ante la Semana Santa como creyentes, no como espectadores, porque son días llenos de expresión, cargados de sentido y con una gran iluminación para la vida actual de cada cristiano.

A lo largo de esta semana, y sobre todo del Triduo Pascual, vamos a tener la oportunidad de contemplar a un Jesús heroico, que lo da todo, que nos ama hasta el extremo… Su testimonio es para nosotros testamento y sacramento, con tanto significado que a lo largo de los siglos lo conservamos con veneración y respeto: es un memorial…

En estos días vamos a contemplar cómo Jesús se comunicó a corazón abierto, previendo el sacrificio martirial que le esperaba, porque intuía que le llegaba la “hora” de ir al Padre. Se comunicó con gestos y palabras, con muestras de amistad conmovedoras. Realmente, en Jesús encontramos a Dios amándonos.

Los cristianos hemos de considerar que no hay seguimiento de Jesús sin cruz. La espiritualidad de la cruz evidencia fidelidad y compromiso. La cruz es signo y evocación de un modo de vivir que no es frustrante. Jesús no invita a la frustración. La novedad de la cruz de Jesús es que no termina en el sinsentido.

Es cierto que la muerte trágica de Jesús fue muy dolorosa. Por ser justo, por actuar con sorprendente libertad, Jesús molestaba en exceso… Experimentó los trances más difíciles de la condición humana: la incomprensión, el rechazo, el martirio injusto, el abandono… A pesar de todo, mantuvo la dignidad y la confianza en el Padre: “En tus manos pongo mi espíritu”…

Ser como Jesús es “impopular”. La cruz es “impopular”, incluso en las comunidades cristianas, lo cual es un escándalo. Sin embargo, Jesús es claro: “El que quiera seguirme…, cargue con su cruz”. El rechazo de la cruz dificulta la comprensión de Jesús y de su Evangelio.

Pero la vida de Jesús no termina en el sepulcro. Dios Padre lo resucita; y por el sentido de su resurrección, Dios nos pide que nos lancemos a una “vida nueva”.

Jesús tuvo un empeño: arreglar este mundo como Dios quiere. Y nos ha metido en este proyecto… Y es que la experiencia cristiana de la resurrección es auténtica si sirve para mejorar la tierra.

Es lo que los cristianos celebramos jubilosamente en la Vigilia Pascual. Dios espera de nosotros vitalidad sin recortes, personalidad convertida, “Tierra Nueva”… Jesús nos dejó unas consignas, su testimonio, y nos encomendó continuar la tarea…

Ahora bien, para arreglar el mundo como Dios quiere, hace falta forjarse en el amor misericordioso y tener iniciativas…

Por eso, preguntémonos:

  • ¿Qué “cambios” significativos me pide esta Pascua?
  • ¿De qué defectos me tengo que despojar radicalmente? ¿De qué virtudes me tengo que revestir?
  • ¿Qué he de hacer para que la Pascua me ayude a vivir más intensamente como cristiano?

Estamos en primavera, que nos invita a retoñar y florecer. El Tiempo Pascual es como la primavera: nos toca las fibras del alma para seguir creciendo en coherencia y santidad.

Resucitando a Jesús, Dios Padre ha metido en la historia, para siempre, un estímulo de vida y de esperanza. Empeñado en arreglar este mundo, Dios espera hallar en nosotros la decisión que encontró en Jesús. ¿La encuentra en ti?

 

Hermanos,

está abierto el tiempo de gracia.

Empiezan los días santos, los días grandes,

en que nuestro Señor Jesucristo dio las más hermosas pruebas de amor.

Contemplamos la cercanía y el testimonio de Dios

que se empobrece para enriquecernos,

que se hace siervo para lavarnos los pies,

que se hace comida para alimentarnos,

que corre todos los riesgos para expiar nuestros pecados,

que sufre para darnos vida,

que bajó a los infiernos para sacarnos de las tinieblas…

Nunca se ha visto en la tierra un amor tan limpio y generoso.

Veremos también cómo la muerte fue vencida,

porque el camino de la victoria de Jesús pasa por su aparente derrota,

el camino de la vida pasa por la muerte

y el camino de la luz pasa por la cruz.

Hermanos,

los días de esta semana son especiales, de sensibilidad intensa,

para compartirlos con los que celebran la fe como nosotros.

Son días para la concentración, repletos de sentido,

días para considerar en profundidad la revelación y el testimonio de Jesús:

misericordioso, redentor, Señor crucificado y resucitado.

 

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