Vida de calidad

Es inquietante la pregunta que alguien formula a Jesús en el Evangelio: “Señor, serán pocos los que se salven?” (Lc 13,23). Con más o menos acento surge la cuestión en todos los tiempos. Jesús no responde dando cifras; no le interesan los números ni las estadísticas. Dios Padre es amor y misericordia; por él todos pueden salvarse. Otra cosa es si nosotros queremos…

Por este motivo, la contestación de Jesús se vuelve exhortación y propuesta. Dice: “Esforzaos en entrar por la puerta estrecha” (Lc 13,24). Esta puerta estrecha, que da paso a la vida de calidad, es la de los valores evangélicos, el talante donde germina y se desarrolla la salvación que Dios regala.

Este pasaje evangélico de san Lucas recuerda otro del Evangelio de san Mateo, según el cual unos aprueban el examen de la vida por practicar la generosidad y la solidaridad, y otros son suspendidos (cf Mt 25,31-46). Tanto en uno como en otro pasaje hay sorpresas y preguntas: “Señor, si hemos comido y bebido contigo, si has enseñado en nuestras plazas…”; “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, forastero o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?”. La respuesta: “No sé quiénes sois; alejaos de mí…”.

La verdad es que nadie se salva por creerse cristiano de toda la vida o por enchufe particular. Con Dios no hay recomendaciones que valgan. La salvación se va labrando día a día respirando el aire sano de Jesús y desarrollando la espiritualidad evangélica.

Ciertamente, la salvación está al alcance de todos. Y el camino para lograrla se nos ha revelado con suficiente claridad. Otra cosa es que queramos emprender el recorrido de este camino pasando por la puerta estrecha.

Un refrán sentencia: “Cuando el camino se hace duro, solo los duros siguen por el camino”. Así es la senda de la salvación cristiana: no es precisamente una ruta de rosas, que también las tiene, sino de despojo, esfuerzo, fidelidad, fortaleza… La salvación cristiana es una aventura difícil, pero asequible a todos…

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