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Adviento evocador

En Adviento, los cristianos iniciamos un nuevo Año Litúrgico con la mirada puesta en Navidad.

Socialmente, en estos días las calles están cargadas de símbolos, propagandas, luces… Nadie anda tan despistado que no se entere…

Los cristianos, conscientes de que la historia humana es también “historia de salvación”, en Adviento lo resaltamos evocando una maravillosa iniciativa divina: Dios nos quiere tanto que nos salva en Jesucristo; se despoja de su condición divina, se reviste de la condición humana y va de persona honesta por la vida. Lo recoge muy bien el evangelio de san Juan: “Tanto ama Dios al mundo que le entrega a su Hijo único para salvarlo…” (Jn 3,16-18). Dios nos entrega su divinidad y acoge nuestra humanidad para ponerse a nuestro servicio. ¡Qué iniciativa…!

Tiempo sugerente

Adviento es tiempo evocador y sugerente. Nos sitúa ante la venida del Mesías y ante el desafío del Reino de Dios. Es ocasión para considerar el significado de Jesús como Salvador y el compromiso que nos corresponde a los cristianos: “Dios ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación…” (Lc 1,68-69).

Pero observamos que hay resistencias a la salvación. Hasta puede que tú y yo pongamos obstáculos a Dios para que penetre en nuestro interior. Si es así, ¿por qué?

Dios quiere salvarnos desde dentro de la historia, haciéndose uno de nosotros, derrochando compromiso y testimonio… No lo tuvo fácil, pero Jesús fue perseverante en su misión. Sus últimas palabras fueron: “Todo está cumplido” (Jn 19,30). Y nos dejó su Espíritu y el Evangelio, que acreditan su presencia salvadora.

La raíz del Adviento es el amor ilimitado de Dios. Pero Él no nos puede salvar, si ponemos el interés y la esperanza en otros salvadores engañosos como el dinero, el placer o el prestigio. Por el contrario, si acogemos a Jesús y facilitamos su acción saludable, entonces pasa algo dentro... Las personas no sentimos ni actuamos igual antes de decir a Dios que después de decírselo…

Abrirse a Dios

El Adviento verdadero no tiene límite de tiempo. Es una actitud del alma. Nos recuerda que Dios quiere verse con nosotros a ras de suelo, en la soledad religiosa, en la meditación compartida, evangelizando… Dios ya ha venido en Jesús y ha dejado fecundada la historia. Ahora nadie puede arrancar su presencia.

Vivir el Adviento es abrir el corazón de par en par, para que la salvación se desarrolle en nuestro interior, en nuestra familia, entre los vecinos, en nuestra ciudad… Así hizo María y así han hecho tantos santos a lo largo de la historia.

Pero atención: de poco vale abrir el corazón a Dios ahora, en Adviento, si después, durante el año, lo cerramos… No olvidemos que la salvación comienza por uno mismo. Por tanto, conviene preguntarse: ¿Tengo que abrir alguna puerta para que la salvación de Dios me ventile…?

En el marco de la pandemia que todavía nos afecta, reforcemos la confianza en Dios que siempre inspira. Cuidemos la vida propia y la de los demás. Y celebremos la Redención con agradecimiento y con júbilo interior…

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