Adviento sin límite de tiempo
Adviento, como tiempo que prepara la Navidad, se reduce a cuatro semanas. Pero Adviento, como actitud creyente, no tiene límite de tiempo, es cosa de cada día, es una disposición del alma.
El Adviento exhorta a “estar despiertos”, para que el corazón no se enrede ni se “embote”… En verdad, esta recomendación es sugerente, iluminadora: impulsa la vigilancia interior, la apertura a la salvación, la esperanza activa, el compromiso evangelizador…, valores muy significativos frente a la rutina, el desaliento, el cansancio existencial o la mirada corta. Ciertamente, es necesario estar despiertos, ser sensibles a la salvación de Dios y estar esperanzados para “sobrevivir” en el mundo que nos envuelve…
Jesucristo es la mayor esperanza para avanzar vitalmente. Él se nos acerca de distintos modos y mediante símbolos diversos: su Palabra, la comunidad creyente, los sacramentos, los pobres, determinados acontecimientos… Nosotros nos encontramos con él a ras de calle, en la soledad religiosa, en la meditación compartida, en el testimonio de los que evangelizan…
Realmente el Adviento nos anima a ir por la vida con la cabeza alta, conscientes de nuestra dignidad. Para ello es imprescindible caminar atentos, con salud moral…, porque despistados, aturdidos o amodorrados no se va a ninguna parte.
Recojamos, pues, lo más granado del Evangelio y pensemos:
– Cuando nos llenamos de ideales, es Adviento.
– Cuando derramamos misericordia, es Adviento.
– Cuando respiramos hambre y sed de justicia, es Adviento.
– Cuando trabajamos por la paz, es Adviento.
– Cuando pedimos que venga el Reino de Dios, es Adviento.
– Cuando sufrimos con talante creyente, es Adviento.
– Cuando acogemos la Palabra de Dios y la practicamos, es Adviento.
– Cuando sembramos Evangelio, es Adviento.
– Cuando oramos para reforzar el compromiso, es Adviento.
– Y cuando nuestro testimonio sorprende, interroga y convence, entonces es Adviento, Navidad, Pascua… porque resuena en la tierra el Reino del cielo…