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El Reino de Dios

Desde la experiencia personal de Dios, que Jesús intenta transmitir, se entiende todo lo que hizo y dijo: su proyecto. ¿Quién no ha hecho en su vida algún proyecto? Hacer un proyecto es idear algo y buscar los medios para llevarlo a cabo. Hay un proyecto que es común a todas las personas: vivir más y mejor. A este proyecto humano de vivir más y mejor Jesús le da el nombre de Reino de Dios.

Esta expresión es familiar en el ambiente religioso de Jesús. No se refiere a un lugar o territorio; tampoco consiste en una muchedumbre de personas sometidas a un rey, en este caso a Dios. Se entiende como “reinado de Dios” en el mundo, en la historia. Los judíos esperaban que Dios se manifestara como rey para asegurar la libertad de su pueblo y para instaurar la justicia y la paz. El anuncio de Jesús consiste en asegurar que este reinado de Dios tan esperado ha llegado ya en su persona.

Por eso, el Reino de Dios Padre es la gran pasión y el gran proyecto de Jesús, el mensaje central de su predicación, su gran objetivo, la tarea central de su existencia, la causa a la que se dedicó por completo y por la que dio la vida. El Reino de Dios forma cuerpo con la persona de Jesús. Así aparece ya al comienzo de su vida pública: “Marchó Jesús a Galilea y proclamaba de parte de Dios la Buena Noticia. Decía: ‘Se ha cumplido el plazo, ya llega el Reino de Dios: convertíos y creed en el evangelio’” (Mc 1,14-15).

Hay otra escena en el evangelio de Lucas que recoge también estos rasgos: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para anunciar el evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor” (Lc 4,18-19).

Esta gran pasión de Jesús por el Reino de Dios queda recogida en su oración fundamental, el padrenuestro, y la hace coincidir con el cumplimiento de la voluntad del Padre: el bien, la salvación, la felicidad para todos los seres humanos.

Pero el Reino de Dios no es solo la gran preocupación de Jesús, sino que instruye y adiestra a los discípulos para que sean testigos y mensajeros del Reino. Y los envía (Lc 9,1-3; Hch  1,3).

Al anunciar el Reino de Dios Jesús recoge la línea principal del Antiguo Testamento y de Juan el Bautista (Mc 3,1-2). Y fiel a esta tradición no tiene reparo en presentarlo como el único ideal que merece todos los esfuerzos: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y…” (Mt 6,33; Lc 18,14). Este podría ser el lema central del Nuevo Testamento. Buscar el Reino de Dios y su justicia es la gran tarea cotidiana del cristiano.

Las Bienaventuranzas son las líneas reveladoras del Reino de Dios. Muchas parábolas y textos didácticos de Jesús conducen también a la comprensión del Reino: Dios hace salir el sol sobre buenos y malos; ofrece el mismo salario al que ha sudado ocho horas de trabajo que al que ha sudado dos (cf. Mt 20,1-16). Jesús presenta una justicia de Dios que es diferente de los criterios del mundo. La justicia de Dios consiste en cambiar el mundo, hacerlo justo.

En definitiva, el Reino de Dios es el marco cristiano por excelencia. Todo cuanto piense o haga un cristiano y la Iglesia entera debe estar al servicio del Reino de Dios.

CARACTERÍSTICAS DEL REINO DE DIOS

  • Es una Buena Noticia de salvación universal, preferentemente para los pobres. Jesús se desmarca de una concepción política y nacionalista del Reino de Dios. Por eso escapa de quienes quieren proclamarlo rey (Jn 6,15). Él entiende el Reino como un regalo e iniciativa del mismo Dios, que crece lenta, pero firmemente, tal como lo muestran determinadas parábolas (Lc 13,18-21). Y seguirá creciendo, aunque las personas nos opongamos. Pero se nos pide colaboración.
  • El Reino de Dios no se reduce a un mero proyecto de justicia social. Va más lejos, hacia una liberación integral, cuyo estadio último está más allá de este mundo, si bien nunca hay que dejar de lado que el Reino de Dios es también de este mundo. Es ante todo un proceso creciente de humanización. Por eso reclama conversión.
  • Es gracia y salvación que se realiza ya aquí y ahora. Este mundo no es la sala de espera del Reino de Dios, sino su campo de acción. Es presencia activa, provocadora y hasta subversiva de Dios. Es reto constante de transformación. Está creciendo y actuando.
  • Comienza por uno mismo. Para testimoniarlo, antes hay que encarnarlo en la propia persona. Hay que asumir sus valores y sus criterios.
  • Es exigencia radical para personas y comunidades. Es el valor absoluto al que hemos de sacrificarlo todo (cf. Mt 13,44-46). Es el filtro que criba nuestro verdadero seguimiento cristiano. ¿Estoy colaborando en su construcción?
  • Jesús ofertó el Reino de Dios; por tanto no se puede imponer por decreto-ley ni por la fuerza. Eso sí, precisa de testimonio, compromiso y acercamiento evangelizador por parte de los cristianos.
  • Sufre ataques por todas partes. Se ve en el caso de Jesús, y también actualmente tiene que soportar en los cristianos la dialéctica, el enfrentamiento y hasta la persecución; como si el Reino de Dios no fuera popular…
  • En el Reino de Dios solo entran los niños y… los despiertos (Mc 10,13-15; Mt 25,1-13), es decir, quienes lo descubren como un tesoro o una perla, e intentan vivir de acuerdo con él.
  • En el Reino de Dios es más importante el más sencillo y quien más sirve (Mc 10,43-45), porque la “ley” suprema y única del Reino es el amor: a Dios Padre y a los demás como hermanos.
  • La utopía del Reino de Dios es una fiesta, a la que todos pueden acudir, pero algunos no quieren (Mt 22,1-14). ¿Por qué?
  • El juicio del Reino tiene una medida: la solidaridad (Mt 25,31-46). Estamos colaborando en la construcción del Reino si humanizamos y fraternizamos la sociedad.
  • El Reino de Dios no se confunde con la Iglesia, sino que esta es una mediación para que irrumpa y se desarrolle el Reino de Dios. Al final de todo se acabará la Iglesia y quedará el Reino en plenitud.

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