Comunicaciones

La cita de Dios

Navidad, en cristiano, evoca un don muy significativo. Celebramos que Dios se nos entrega del todo y para siempre; él mismo se regala y se ofrece por medio de Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único…” (Jn 3,16). En Jesús, Dios “nos da su Palabra” y nos dice lo que piensa, lo que siente, lo que sueña…

Sí, Jesús es un regalo de altísima calidad. Dios nos salva por él desde dentro de la historia. Es la mejor referencia que tenemos para contrastar lo que somos y lo que podemos ser… Jesús es el hombre nuevo, la persona elegante, el creyente comprometido y fiel que ha pasado por la vida haciendo el bien.

Cada Navidad cristiana recuerda y actualiza esta cita de Dios con la historia: quiere verse con nosotros a ras de calle y como confidente… En Jesús ya ha dejado una semilla divina y redentora. Ahora no hay quien arranque su presencia; nadie puede eliminar el Evangelio; no se puede ocultar un testimonio tan celestial, humano y enriquecedor…

Por eso, Navidad es abrir el corazón para que Dios acampe en nuestro interior y en nuestros ambientes. El desbordamiento del amor divino es evidente: un cariño extraordinario, sin límites, casi excesivo, salvador… ¡Qué iniciativa: Dios acoge nuestra humanidad para ponerse enteramente a nuestro servicio…!

Nuestra respuesta, la que damos a diario, no suele ser tan elegante como la postura de Dios. Muchas veces somos reacios o nos mostramos indiferentes ante el regalo de la salvación. No dejamos que Dios penetre, repare y purifique nuestro interior. Así Jesús no lo tiene fácil. Se le cierran muchas puertas. Ya tuvo que nacer fuera de la ciudad… Él viene con toda su buena voluntad, repleto de verdad y rebosante de redención, pero no es aceptado por muchos. ¿Por qué?

Hermanos, la presencia de Dios Salvador en la historia humana

es motivo de un gozo inmenso.

Nosotros mismos lo hemos visto con la sensibilidad de la fe:

hemos experimentado la redención de Jesús

y nos impresiona la calidad de su vida.

Hermanos, creemos que Jesús es la salvación anunciada y prometida,

la Palabra del cielo sembrada en la tierra,

la presencia divina levantando la dignidad humana,

la mejor garantía de cómo es Dios y cuánto nos ama.

Sí, hermanos, hemos visto la luz de Dios y nos hemos emocionado.

Ahora nos toca propagar esta luz

transmitiendo el testimonio de que Dios existe y es bueno con todos.

Verdaderamente, en Jesús, Dios va de humano por la vida.

Esto es lo más grande que podemos pregonar y publicar:

es un Evangelio hermoso, iluminador, saludable…

La humanidad entera acusa el influjo de Jesús y se conmueve.

Por la fe comprobamos que es confidente y redentor:

se abaja para levantarnos, se humaniza para divinizarnos.

Sí, Dios está con nosotros para siempre.

Por eso, hermanos, Navidad es un milagro de amor colosal,

un gesto impresionante de misericordia y de ternura;

es la eternidad volcada hacia nosotros por cariño y redención.

Alegrémonos, hermanos, porque Dios quiere nuestro bien.

Es verdaderamente Salvador.

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