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Mayo, mes de María

El mes de mayo es considerado entre los católicos como el mes de María: una muestra de la devoción popular a la Madre de Jesús y Madre de la Iglesia.

Sobre María de Nazaret se ha escrito mucho a lo largo de la historia. Sin embargo, sabemos muy poco de su vida. El Nuevo Testamento es parco en informaciones sobre su persona y su misión. Apenas llega a aparecer diez veces. Eso sí: los textos que la mencionan no ofrecen una idealización de María. La presentan como una mujer normal, en un ambiente obrero, sencilla y popular. Vive en la región pobre de Galilea y participa de la situación social, política y religiosa del momento. Por su atrayente personalidad, Dios se fija en ella y la elige para una misión singular.

Por llevar una vida atenta, María escuchó el anuncio de Dios, entendió la colaboración que le pedía y respondió con fidelidad (Lc 1,26-38). Gracias a su “sí” generoso, tenemos a Jesús. Un “sí” que María mantuvo a lo largo de su vida…

 

Referencias bíblicas

Una determinada tradición dentro de la Iglesia ha idealizado la figura de María. Hay muestras de ello en el arte, en la literatura, en diversas costumbres populares… Para evitar desfiguraciones de su personalidad, lo apropiado es acudir a los datos bíblicos, que, aun siendo pocos, ofrecen pistas suficientes para diseñar rasgos y características de su identidad.

– María está abierta al Espíritu. Se “deja cubrir” por el Espíritu de Dios, le deja intervenir y su vida resulta fecunda: “No temas, María… el Espíritu Santo vendrá sobre ti… Por eso el que ha de nacer será santo…” (Lc 1,30-35).

– Es la “llena de gracia”. Este saludo divino, de gran resonancia mesiánica, señala cómo es María. Dios no encontró elegancia, disponibilidad y condición mejor que la que halló en ella. Fue la elegida entre las mujeres que esperaban “encontrar gracia” ante Dios… Su pariente Isabel la recibió profetizando: “¡Bendita tú entre las mujeres!” (Lc 1,42).

– María es virgen-madre. Los textos bíblicos lo revelan. Aunque estuvo comprometida con José, según las costumbres judías, María dio un giro a su vida ante los planes que Dios le propuso y le entregó toda su persona. Los relatos del Nuevo Testamento la reconocen como madre de Jesús. Como tal, está presente en los momentos cruciales de su vida y participa en su misión.

– María es creyente. No la imaginemos como una privilegiada, ni pensemos que lo tuviera fácil con respecto a la fe. Según los evangelios, María no comprendía del todo los caminos de Dios (Lc 1,34), pero los aceptó y se fió como hacen los grandes creyentes… Su pariente Isabel la bendice por su obediencia y disponibilidad: “¡Dichosa tú que has creído!” (Lc 1,45). Deducimos que María supo caminar también en la oscuridad de la fe…

– El Magníficat (Lc 1,46-55) refleja el interior de María y su consistencia religiosa. Podemos decir que es su “credo” personal, el cántico de la “pobre de Yahvé” que salta de alegría porque Dios está a su lado como salvador. Este credo tiene repercusiones sociales: Dios está con los fieles, los humildes, los hambrientos… y en contra de los soberbios, los ricos, los poderosos… La fe comporta opciones y descartes…

– María “sabe estar” al lado de Jesús y en la misión que le corresponde. Es extraordinariamente discreta. Acompaña y apoya a Jesús en la cercanía y en la distancia. Nunca interrumpe su misión. Es desprendida y generosa como madre. Se integra en el grupo de los primeros discípulos como una más.

– María es corredentora. Está muy unida a Jesús en su vida, pasión, muerte y también en el triunfo de la resurrección. Es corredentora desde el inicio de su colaboración, una vez que ha pronunciado su “sí” oblativo. La profecía de Simeón lo anuncia: “Este niño será como una bandera discutida… Y a ti una espada te atravesará el alma” (Lc 2,34-35).

– María es mujer fuerte. Su vida no fue fácil. Además de atender los quehaceres diversos de cada día, como cualquier mujer de su tiempo, la fe le complicó la existencia desde que pronunció su “sí” vocacional. Las preocupaciones y sufrimientos en relación con la suerte y el destino de Jesús fueron tan variados como intensos.

– María es fiel hasta el final. Es uno de los valores que sobresalen en su personalidad. El “hágase en mí…” es una postura creyente que cobra en ella un relieve progresivo. No hay estampa evangélica de María sin que este valor quede reflejado.

– Jesús está orgulloso de su madre por el conjunto de su personalidad y especialmente porque “escucha la palabra de Dios y la cumple” (Lc 11,28). La obediencia religiosa de María sigue atrayendo y alentando…

– María integra y anima la primera comunidad cristiana como una discípula más. Con los primeros seguidores de Jesús se embarca en el proyecto de la Iglesia naciente. Vive con ellos la experiencia decisiva de Pentecostés (Hch 1,14ss) y mantiene una presencia cálida, motivadora…

A este resumen de la personalidad evangélica de María se podrían añadir otros rasgos. No obstante, esta fotografía, que emerge del Nuevo Testamento, es la que conviene contemplar. María no es un mito. Es una creyente agraciada, que enamoró a Dios por sus virtudes religiosas y sus valores humanos. Por eso es un espejo, en el que nos debemos mirar…

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