Comunicaciones

Navidad 2020

Navidad es una palabra que se está volviendo ambigua. No todos la entendemos con el mismo significado. Cada año puede estar más oscurecida por la publicidad, los intereses comerciales y la indiferencia religiosa. Por eso los cristianos necesitamos definir y no devaluar el sentido de esta fiesta.

La encarnación del Hijo de Dios y su proyecto redentor son los motivos fundamentales para que los cristianos nos alegremos y felicitemos por estas fechas. Cada Navidad trae consigo un mensaje entrañable, pero también un gran desafío: los cristianos, como Jesús, hemos de ser luz y testimonio en la familia, entre los vecinos, en la sociedad…

La Navidad cristiana es un gran don: Dios se nos regala del todo y para siempre; se nos ofrece por medio de Jesús. Nos ama tanto que está entre nosotros como un vecino más, valiente y liberador. Jesús es el signo supremo de la Alianza nueva con todas las generaciones. ¿Hubiéramos imaginado un amor más desbordante o una atención más entrañable? Dios es siempre generoso. Y Navidad es una muestra singular de cuánto se compromete con la historia en general y con cada uno en particular.

Señalemos y destaquemos que Dios está empeñado en salvarnos. En la actualidad hemos de sumarnos a este empeño divino: es también responsabilidad de cada cristiano. A veces oímos y hasta decimos: “Esto no tiene arreglo…”. Más aún, nos atrevemos a decir: “Esto ni Dios lo arregla…”. Si entendemos la dinámica profunda de la Navidad cristiana, no podemos pensar así. La Navidad nos lleva a la convicción de que cada cristiano puede y debe ser solución… La redención sigue. Y Dios quiere contar contigo, conmigo, con cada uno de nosotros.

Navidad es verdadera fiesta si acogemos a Jesús y aceptamos ser, como él, hijos de Dios. Jesús se ha hecho de los nuestros, nos abraza personalmente y trabaja a nuestro lado actualizando la redención…

Hermanas y hermanos, os anuncio una Buena Noticia,
que es motivo de gozo para muchas personas.
Escuchad: Transcurría el tiempo desde que Dios,
de forma maravillosa, creó el cielo y la tierra.
Y en la tierra, dentro de la hermosa y variopinta naturaleza,
aparecieron el hombre y la mujer, a imagen y semejanza de Dios.
Paseaban a diario con él en grata y entrañable convivencia
hasta que la soberbia y la ambición los enredaron:
entonces sobrevino la frustración, el pecado…
Después de muchas generaciones a lo largo de la historia,
en el país de Israel se cumplió una promesa ampliamente revelada:
de una joven virgen, María, desposada con un hombre bueno, José,
nació en un lugar marginado –porque no hubo sitio para ellos en la posada–
Jesús, el Mesías, el Salvador anunciado que muchos esperaban…
Hermanas y hermanos, si ahora los cristianos nos alegramos,
es porque hemos visto y oído a Jesús con la sensibilidad de la fe,
hemos experimentado su redención abundante
y nos ha impresionado su calidad humana y divina.
Jesús es, en verdad, la salvación prometida y experimentada,
la Palabra mayúscula del cielo sembrada en la tierra,
la presencia divina levantando la dignidad humana…
Jesús certifica con su vida cómo es Dios y cuánto nos ama.
Hermanos, hemos visto la Luz de Dios y nos ha dejado impresionados.
Ahora advertid: se espera que seamos sal de la tierra y luz del mundo.
Brille, pues, potentemente tu luz, mi luz, nuestra luz…
para que, viendo nuestras buenas obras,
se descubra que Dios existe y es bueno…
Sí, hermanos: ¡Alegraos! ¡Es Navidad!
Dios se ha hecho presencia, criatura humana:
va de humano por la vida para hablarnos y querernos en cercanía.
Esta es la mejor noticia que han podido captar las ondas,
el Evangelio más favorable para la historia…
No es extraño que aquel día se pararan los relojes,
porque ha brotado un tiempo nuevo.
La humanidad entera ha acusado el influjo saludable de Jesús
y todavía se conmueve…
Dios es nuestro Padre, nuestra Madre,
nuestro amigo y confidente para siempre:
se abaja para levantarnos, se humaniza para divinizarnos.
Dios está con nosotros y entre nosotros…
Navidad, hermanos, es un milagro de amor:
encuentro de Dios contigo, conmigo…
Es un gesto impresionante de misericordia divina.
Es la eternidad volcada hacia nosotros por cariño y redención.
Dios bueno, gracias porque estás dentro de la historia para siempre.
Gracias, Jesús, porque muestras y atestiguas la ternura de Dios.
Gracias, María y José, por vuestra cooperación creyente con la Redención.
Enhorabuena, hermanos, y bendiciones, porque Dios nos quiere.
Lo sabemos. Sí, lo sabemos…

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