Nuevo curso pastoral
Hace un año, iniciábamos el curso pastoral llenos de incertidumbres por causa de la pandemia que nos viene perturbando. Las restricciones no han permitido que desarrollemos la evangelización con la normalidad que anteriormente hemos conocido. Llevamos más de 18 meses con el freno echado, sumergidos en un largo paréntesis de inactividad en lo que respecta a diversos grupos de la parroquia.
Ahora estamos al comienzo de un nuevo curso. ¿Será mejor que el anterior? ¿Podremos retomar el ritmo de convocatorias? Habíamos pensado que con las vacunas nos acercaríamos a la normalidad deseada. Sin embargo, las variantes del coronavirus desorientan a los científicos y las incertidumbres no desaparecen. Lo estamos comprobando con los datos de los últimos meses: muchos contagios y… muchas muertes todavía: demasiadas… Aún con las dosis de vacuna puestas, resulta que no estamos completamente inmunizados. El riesgo permanece…
Ante esta perspectiva, la reacción fácil es encogerse, quizás atemorizarse, y no hacer nada para no correr riesgos. Pero esta reacción no satisface en el fondo, ni seguramente sea la conveniente, por no ser la idónea. La vida sigue fluyendo y en la parroquia hemos de ir al compás de la vida: con iniciativas, con creatividad creciente, aunque también con sensatez y con prudencia, teniendo en cuenta las indicaciones sanitarias y haciendo uso de las medidas de seguridad que se recomiendan.
Como al comienzo del curso pasado, seguimos bajo una cierta adversidad y confusión por nuevas amenazas del covid-19, que transmuta y se propaga de manera sorprendente haciendo daño. Por ello, hemos de estar atentos, ser cautos, sin descuidar la prevención, pero también sin desatender la identidad cristiana de “Iglesia en salida”.
El sentir de nuestra diócesis es que veamos qué pasos podemos dar, para no permanecer parados y, por tanto, no aparcar por más tiempo lo que hemos tenido entre manos. Se nos invita a dinamizar todo lo que el Espíritu Santo quiera hacer entre nosotros: alentando el seguimiento de Jesús, compartiendo el Evangelio, celebrando la fe, practicando la caridad… A estos desafíos y responsabilidades no podemos renunciar. Así, pues, nos toca discernir qué posibilidades tenemos a nuestro alcance…
Sintamos que Dios nos acompaña en esta travesía. Somos su pueblo, la comunidad que él guía. Él nos inspira, ya que es el más interesado en seguir impulsando la historia de salvación.
Cada cristiano debe ser un miembro activo dentro de la comunidad eclesial y en el círculo social que le rodea. Contamos con la riqueza, el testimonio, el compromiso y la aportación de todos…
Sirva esta comunicación, al inicio del presente curso, para animar la reanudación del itinerario parroquial en sus diferentes secciones y grupos, teniendo presente que somos Pueblo de Dios en marcha…