Semana Santa 2024
El marco de lo que consideramos en la Semana Santa es Jerusalén, la capital del pueblo judío, a la que Jesús tenía que llegar para dar la cara ante las autoridades, arriesgando por la causa de Dios. En este lugar se consumó la persecución contra él y su martirio.
Situémonos ante la Semana Santa como creyentes, no como espectadores. Los días que tenemos a la vista no son fechas para estar pendientes del interés religioso-turístico… Para un cristiano son fechas tan significativas, tan llenas de expresión, tan cargadas de sentido y con tanta iluminación para la actualidad particular de cada uno que hemos de aprovecharlas al máximo.
DOMINGO DE RAMOS
Es un día de claroscuro. Por un lado, aparece el aplauso y la alabanza de Jesús; pero, por otro, asoma el rechazo a su persona y su pasión dolorosa. Para la liturgia, este día es domingo de pasión. El texto evangélico que se proclama es un relato de la pasión de Jesús.
El Domingo de Ramos recoge la cara y la cruz de la vida: el triunfo y la humillación, el elogio y la amenaza… Es el juego turbio y desleal que nos encontramos tantas veces en el campo de las relaciones humanas…
Este día es el umbral de la gran semana cristiana, rebosante de revelación y de testimonio. Una semana que decimos “santa” por estar llena de signos, gestos y acontecimientos, que no son solo del pasado, sino que se prolongan en el presente con mensaje y motivación. Hoy Jesús sigue muriendo “testimonialmente” en muchas personas que lo arriesgan todo. Jesús sigue salvando, orientando vidas, renovando esperanzas, reforzando convicciones…
Entremos en esta Semana Grande con actitudes evangélicas y con el deseo de fortalecer la conversión.
JUEVES SANTO
Suena a entrega, servicio desinteresado, amor, fraternidad, oración… Consideramos especialmente que Dios es amor y que en Jesús nos ha amado hasta el extremo.
Si Jesús se desborda en sentimientos, gestos y palabras de amor, aprendamos a querernos según la consigna y el testamento que nos dejó: “Amaos como yo os he amado”.
En la Cena Pascual, tan importante para los judíos, Jesús se comunicó a corazón abierto con sus discípulos. Dio a aquel encuentro un sentido tan propio y lo llenó de tanto significado personal que aún después de veinte siglos los cristianos lo encontramos profundamente testimonial.
En aquella Cena Jesús habló del Padre entrañablemente. Se definió como “camino, verdad y vida”. Lavó los pies a los discípulos en un gesto sorprendente de humildad y de servicio. Entregó un testamento de amor. Se ofreció en cuerpo y sangre como alimento, anticipando el sacrificio de la cruz y celebrando con los discípulos la primera eucaristía. Instituyó el sacerdocio cristiano encargando: “Haced esto en recuerdo mío”, es decir, “entregaos”. Insistió en una actitud fundamental: el más importante es el que más sirve.
En aquella Cena colmada de intimidad y con mucha densidad simbólica Jesús comentó también que le llegaba “la hora de ir al Padre”; pero aseguró que no quedaríamos solos, porque enviaría al Espíritu consolador…
Verdaderamente, en la Última Cena Jesús se desbordó rompiendo mol-des. Sus expresiones de amistad, fraternidad, servicio y oblación fueron conmovedoras.
En Jesús encontramos a Dios amándonos hasta lo inimaginable…
VIERNES SANTO
Jesús había afirmado con convicción y señorío: “Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente” (Jn 10,18).
Entregándose por completo, afrontando el martirio con entereza y por fidelidad, Jesús sufrió una pasión muy trágica, durísima. Siendo todavía joven, murió crucificado como un malhechor, un criminal, un rebelde… Su muerte fue extremadamente violenta. ¿Qué hizo Jesús para acabar así? ¿Por qué la cruz está tan presente en su vida?
La impopularidad del profeta y del justo es una constante en la historia bíblica. Jeremías lamentaba: “Soy el hazmerreír de todo el pueblo” (Jr 20,7). Y añadía: “Oía el cuchicheo de la gente… Me estaban acechando…” (Jr 20,10). Por su lado, el libro de la Sabiduría describe la impopularidad del profeta y del justo con detalles: “Tendamos lazos al justo que nos fastidia; se gloría de tener el conocimiento de Dios. Es un reproche de nuestros criterios; su sola presencia nos es inaguantable” (Sb 2,12-14).
Jesús quiso abrir los ojos a la gente; fue sanamente independiente; se propuso cumplir la voluntad de Dios a todo trance; antepuso el servicio al poder, la justicia al culto viciado… Por su libertad radical y por el enfrentamiento con los líderes religiosos de su tiempo, Jesús molestaba en exceso. Por eso decidieron eliminarlo.
Jesús experimentó, como el que más, los percances difíciles de la vida: la incomprensión, el rechazo de muchos, el fracaso humano, el martirio injusto, el abandono de los amigos… A pesar de todo, mantuvo la dignidad y se agarró confiadamente al Padre: “En tus manos pongo mi espí-ritu”. Su muerte fue la consecuencia lógica de su estilo de vida honesto, entregado, comprometido, fiel…
Ser como Jesús es impopular. La cruz es impopular, incluso en nuestras comunidades cristianas, lo cual es un escándalo. Sin embargo, Jesús es claro: “El que quiera seguirme, que cargue con su cruz”. Si rechazamos la cruz, tendremos dificultades para comprender a Jesús y el Evangelio.
San Pablo escribió que Jesús crucificado es escándalo para unos y necedad para otros; en cambio, para los creyentes convencidos es fuerza y sabiduría de Dios (1 Co 1,23-24).
La espiritualidad de la cruz anima a la lealtad heroica. La cruz es signo de un modo de vivir que no es frustrante. No desemboca en el sinsentido… Conecta con el testimonio bondadoso de las mejores personas y con la victoria de quienes se comprometen con valentía y por fidelidad…
SÁBADO SANTO
¿Desconcierto? ¿Incertidumbre? Jesús reposa en el sepulcro. Parece que el Padre lo ha abandonado. Los discípulos, temerosos, se han escon-dido, están perplejos, tienen miedo… ¿Qué harán ahora? ¿Adónde irán? ¿Quién los guiará?
El pueblo está dividido: unos consideran que Jesús era realmente el Mesías Hijo de Dios; otros creen que era un astuto impostor… ¿Todo ha acabado? Algunos, como los discípulos de Emaús, están desencantados, abandonan el grupo y regresan a su pueblo…
La muerte violenta de Jesús atenaza también, y fuertemente, el corazón de María. Ella sobrelleva en silencio el dolor, el desprecio y el abandono que ha padecido su hijo.
Pero todo va a cambiar. María, corredentora, aguarda, esperanzada, que se cumpla el mensaje de Jesús; intuye y cree que el Espíritu de su Hijo sigue vivo. Y es verdad: la vida de Jesús no termina en el sepulcro. Dios Padre lo resucita; y por el sentido de su resurrección nos pide que nos lancemos a una vida nueva. Es lo que celebramos en la gran Vigilia Pascual.
El mensaje sobresaliente del Sábado Santo, abierto a la solemne Vigilia Pascual, es que Dios quiere vitalidad sin recortes, personalidad convertida, “Tierra Nueva”… La vida de Jesús fue un empeño por arreglar este mundo. Nos dejó consignas, testimonio… Y nos encomendó continuar la tarea. Para ello hemos de entender su misericordia, estar forjados en el amor evangélico y tener iniciativas propias de creyentes redimidos, que también se reconocen como hijos de la luz…
A lo largo del Sábado Santo debemos preguntarnos:
— ¿Qué “pasos” significativos me pide la Pascua?
— ¿De qué defectos me tengo que despojar radicalmente? ¿De qué virtudes me tengo que revestir?
— ¿Qué he de hacer para que la Pascua me ayude a vivir intensamente como cristiano?
PASCUA: el “reto” de la VIDA SANA
Jesús Salvador da luz a nuestra esperanza. Los cristianos reconocemos su resurrección y valoramos con gozo que esté como Señor a la derecha del Padre. Nosotros creemos que Jesús entraña gloriosamente la misma vida de Dios.
Nadie vio la escena. No hay fotografías del momento. Tampoco se pudo hacer ningún reportaje. No importa. La resurrección de Jesús es, ante todo, una experiencia espiritual.
Lo cierto es que, para ser totalmente Salvador, Jesús tuvo que atravesar el umbral de la muerte y bajar hasta el abismo con una última misión: conmocionar a los infiernos, despertar a los muertos y gritarles: “¡Arriba! ¡Levantaos! Es la hora de la Vida”.
Desde entonces la revolución de Dios ha adquirido un nuevo ímpetu. Ha quedado más claro que la muerte ha perdido la partida y que la vida humana no es una pasión inútil, ni un callejón oscuro. No, no busquéis entre los muertos al que vive. Se ha impuesto definitivamente la razón de Dios, que es Señor y dador de vida.
Por eso la Pascua tiene un reto muy importante: pasar de lo viejo a lo nuevo, de lo indigno a lo digno, de lo rastrero a lo elevado… Si Jesús nos ha salvado, no podemos vivir a medio gas… ¡No! Se acabó la desgana y la mala vida. Ahora solo interesa mirar hacia delante, atraídos por Jesús, impulsados por su Espíritu y por el ímpetu de su resurrección. Dios quie-re ganar la partida también en cada uno de nosotros.
La Pascua nos reta a comprometernos con todo lo que es vida y resurrección. La fe pascual nos impulsa a mejorar los ambientes, a levantar los ánimos por todas partes, a sacar de las trampas y de los engaños a todos los que desean nuevos cauces de esperanza y de dignidad. La Pascua nos compromete a sembrar y promover el Evangelio…
Hermanos,
la historia humana está llena de sentido.
Desemboca en Dios creador y salvador, que es origen y meta…
Por tanto, que nadie malgaste la vida, ni la atropelle, ni la entierre…,
porque es un don maravilloso: rica, hermosa, joven, fecunda…
La vida merece atención, sumo cuidado, respeto,
responsabilidad, desarrollo constante…
La vida, tu vida, es la cuna del Reino de Dios.