El padrenuestro
Estamos cerca de culminar el “Año de la Oración” como preparación del Jubileo 2025, que tiene como lema: “Peregrinos de Esperanza”. Para acrecentar esta preparación, nada más oportuno que repasar el sentido y la densidad de la oración que define a Jesús y que él nos deja como regalo y testamento espiritual.
Oración cristiana por excelencia
El padrenuestro solo podía brotar de un creyente repleto de Dios y dotado de una personalidad sensible y solidaria. Desde el inicio de la Iglesia se ha entendido que esta oración recoge lo más genuino, esencial y definitorio de Jesús: resume su manera de vivir y agrupa los matices de su religiosidad.
En la actualidad se sigue afirmando que es la oración cristiana por excelencia. Tiene que ver con las grandes cuestiones de la existencia personal y social en todos los tiempos. Nos sitúa ante Dios como Padre, ante los demás como hermanos y ante las cosas como dones que hemos de acoger y compartir.
Hallamos la oración del padrenuestro en los evangelios de Mateo (6,9-13) y Lucas (11,2-4). Analicemos su contenido y desarrollo de manera breve.
Padre nuestro. Penetrando en esta oración de Jesús, nos encontramos, de entrada, con la palabra aramea “abba” (“papá”, “papaíto”). Esto refleja que Jesús enseñó su oración en la lengua corriente del pueblo. En la liturgia las oraciones se decían en hebreo.
El uso de la palabra “Abba” es un atrevimiento original por parte de Jesús, pero también una iniciativa entrañable y sumamente elocuente. A ningún judío de entonces se le hubiera ocurrido dirigirse a Dios con esta expresión tan familiar y ordinaria; sería una falta grave de respeto. Sin embargo, Jesús invoca y enseña a invocar a Dios como “Abba” porque esta es su experiencia y su convicción. Bíblicamente el nombre es definitorio de la personalidad.
Además, Jesús no solo invoca a Dios como “mi” Abba, sino que enseña a invocarlo como Abba “nuestro”, evocando la Alianza, pues somos “su pueblo” y él “nuestro Dios”: pertenencia mutua de amor y de fidelidad.
Abba “nuestro” revela también comunión y fraternidad universal. Los bautizados reforzamos la unión orando al Abba común. Y lo hacemos, incluso, con extensión ecuménica para que todos los cristianos lleguemos a superar las divisiones.
Después de este encabezamiento: Padre nuestro, la oración de Jesús recoge siete peticiones teologales, seculares y antropocéntricas.
Santificado sea tu nombre. Reconocemos que Dios Abba es santo y lo glorificamos. Esta petición reclama también que “tu nombre sea santificado en nosotros y por nosotros”. Así, pues, “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).
Venga tu reino. El reino de Dios interesa y compromete a Jesús hasta las entrañas. Es su gran pasión y preocupación, el objetivo y la tarea central de su vida, la causa a la que dedica su tiempo y todo su ser. Por eso es lógico que esta gran pasión aparezca en su oración fundamental y la haga coincidir con el cumplimiento de la voluntad del Padre.
El reino de Dios es el centro en torno al cual gravita el Evangelio. Y es el marco cristiano que lo abarca todo: “Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33). Reino de Dios y cumplimiento de la voluntad del Padre se implican. Tal vez por eso Lucas, en la redacción de su evangelio, omite lo segundo.
Danos nuestro pan de cada día. El pan es símbolo del alimento necesario en todas las culturas. Jesús lo recoge en su oración. El hambre por falta de pan revela la importancia de esta petición. El drama del hambre en el mundo ha de tocar la fibra del orante. Dios juzga según practiquemos la solidaridad, porque las palabras no sacian el hambre de un desnutrido (cf. Mt 25,31-46). Ninguna espiritualidad ha de dispensarse de la responsabilidad del “pan nuestro y diario”.
Esta petición encierra un gran desafío: que todos tengan pan. Hacer propia esta súplica implica valorar y practicar el desprendimiento, la solidaridad y la repartición de bienes superando la mentalidad dura de la propiedad privada en favor de lo comunitario, de manera que la abundancia de unos remedie la necesidad de otros (cf. 2 Co 8,1-15).
Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos… Convivimos. Y en la reciprocidad de las relaciones las personas nos realizamos o nos frustramos, somos felices o infelices.
Realmente pecamos en singular y en plural. Por eso es necesario y saludable que pidamos perdón y que nos perdonemos unos a otros. El padrenuestro explicita la necesidad del perdón. Sería un contrasentido solicitar el perdón de Dios y no perdonar. En Dios el perdón no tiene medida ni límite alguno. En nuestro caso y con mentalidad evangélica, perdón recibido y perdón ofrecido es el modo sensato y práctico de proceder…
No nos dejes caer en la tentación. Todos estamos sometidos a la seducción, atravesados por la tentación (cf. Gá 5,17). En nosotros hay tendencias de vida e impulsos destructivos. Nacemos en un ambiente contaminado en términos salvíficos. Pero lo malo no es sufrir tentaciones, sino consentirlas. La desgracia es “entrar y caer” en ellas. Jesús expresa esta súplica por experiencia propia. Él desbarata toda tentación que le sale al encuentro…
Y líbranos del mal. Cerca de la tentación están el maligno y la maldad del ambiente. Para Jesús el reino de Dios se construye derrotando al maligno y superando los influjos y las tendencias que pueden corromper la vida. En otra oración Jesús expresa: “No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno” (Jn 17,15). Valoremos en este enfoque la importancia que tienen la vida atenta, tan recomendada por Jesús, y la exhortación a ser hijos de la luz…
En conclusión, el padrenuestro es una oración desafiante y utópica: nos coloca ante lo posible, aunque no lo hayamos alcanzado todavía. En verdad, es posible la experiencia generalizada de Dios como Abba, santificar su persona, hacer su voluntad, compartir los bienes solidariamente, perdonar, escapar redentoramente de las tentaciones y vivir en libertad… El padrenuestro nos impulsa a construir el Reino de Dios poniendo en juego la espiritualidad de las bienaventuranzas…