Los primeros Redentoristas (1863)
En 1732, en una pequeña aldea del sur de Italia llamada Scala, San Alfonso fundaba los Misioneros Redentoristas. Eran un puñado de misioneros que se dedicaban a anunciar el Evangelio a los más abandonados, a través de las misiones populares. Aquel pequeño grupo, que nació con no pocas dificultades, no se imaginaba que acabaría siendo una de las congregaciones misioneras más numerosas de la historia. Y que esa historia les llevaría a nuestro país.
Todo se debe al empeño y constancia de un sacerdote madrileño, D. Andrés Martínez de Noboa. Había leído las obras de San Alfonso y le profesaba gran devoción, y al saber que también había fundado una congregación de misioneros, se propuso traerlos a España. Tras nueve años de cartas al superior general sin llegar a ningún acuerdo, aparece en Roma un redentorista que será la pieza fundamental en el comienzo de esta historia, el P. Víctor Loyódice. Fue destinado a la fundación porque conocía el español. Le acompañaron el P. Gil Zanoni y el Hermano Luis Zanichelli.
Ambos serán los artífices de la llegada de los Redentoristas a España: D. Andrés será el padre de la fundación, pues puso su tiempo y sus recursos -y hasta su casa- al servicio de los misioneros; el P. Víctor Loyódice será el pionero, el redentorista que se esforzó por tratar de implantar las misiones populares y las comunidades redentoristas en nuestro país. Se conocieron en Madrid un 15 de febrero de 1863.
A pesar de que la situación política estaba en contra de las familias religiosas, poco a poco se establecieron comunidades en Huete (Cuenca, 1864) y Alhama de Granada (Granada, 1867). Poco duró la primera experiencia, pues en 1868, la Revolución “gloriosa” acabó con las comunidades redentoristas, pero el P. Víctor, con otros compañeros, aguardó confiado tiempos mejores y, con un nuevo grupo de redentoristas venidos de Francia y Suiza, a partir de 1879 pudo ver con satisfacción como iba creciendo el número de comunidades y misiones redentoristas en España.