Salir para perdonar
Una experiencia se repite en todas las generaciones de creyentes. La resume muy bien el salmo 103: “Dios es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia… No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas… Él conoce nuestra masa, sabe que somos de barro…”.
Esta experiencia de que Dios es bueno, perdona y salva sobresale en Jesús y en su Evangelio. Una muestra muy clara son las “parábolas de la misericordia” (Lc 15). Radiografían al buen pastor que sale a buscar a la oveja perdida, y al padre que sufre nervioso la aventura del hijo que quiere experimentar la libertad lejos de la familia.
Interesa reparar en el encabezamiento de estas parábolas. Dos tipos de personas se acercan a Jesús: por un lado, publicanos y pecadores deseosos de escucharlo; por otro, fariseos y escribas intolerantes y con la murmuración en los labios.
A lo largo de la historia las posturas se repiten: hay personas puritanas y rígidas, cuya religiosidad no ha enlazado con la misericordia de Dios, y personas sensibles y comprensivas con los tropiezos y los pecados de los demás.
Jesús está con los pecadores. Pero hay quien se lo critica porque rompe normas y costumbres de buena imagen. Tales personas no descubren las intenciones salvadoras de Jesús, no valoran su iniciativa misionera, no captan la valentía de perdonar y el valor de conceder nuevas oportunidades a quienes se equivocan.
Jesús busca la verdad radical de las personas. Por eso sale preocupado a buscar a la oveja que se ha perdido. No le importa el cansancio añadido; al contrario, disfruta infinitamente cuando encuentra a la oveja descarriada; y al regreso lo celebra con amigos y vecinos, porque no hay alegría mayor que la nacida del perdón y la reconciliación.
La salida misionera para evangelizar es una urgencia eclesial que se reclama y se reitera. Es necesario que estemos presentes en los ambientes sociales aportando mensaje, inspiración y espiritualidad evangélica. Estamos llamados a llevar la mística de Jesús a la calle. Nadie diga que no vale… Si la fe te quema por dentro, no solo sentirás que vales; sentirás también que necesitas hacerlo…