Comunicaciones

Manifiesto de los jóvenes

Lo han presentado en el reciente Jubileo de los Jóvenes, celebrado en Roma del 28 de julio al 3 de agosto. Esto es lo que han declarado:

No somos turistas de lo espiritual. Somos peregrinos de sentido. Venimos con mochilas llenas de dudas, heridas, canciones y esperanza. Y con una certeza en el corazón: Cristo está vivo. Y nos llama. En un continente que parece haber olvidado su alma, nosotros elegimos recordar. Recordar que fuimos creados para la libertad, que hay belleza en seguir a Jesús, que el Evangelio no es pasado: es fuego hoy, encendido por el Espíritu Santo.

Nos levantamos como generación: no perfecta, no uniforme, no ideológica, sino humana, sedienta, buscadora, creyente. Nos levantamos no para tener el poder, sino para servir, amar, caminar. Queremos devolver a Europa sus raíces. Que los caminos hablen de Dios. Que los santuarios no sean solo monumentos, sino lugares de encuentro y de transformación.

Creemos que el amor de Dios sana. Que las heridas no nos invalidan: nos hacen reales. Que no hay pecado que venza a la misericordia, ni oscuridad que resista la luz de Cristo. Creemos en una Iglesia viva, joven, sin miedo, capaz de escuchar, de abrir espacios, de confiar en los jóvenes sin domesticar su fe.

Elegimos caminar. Porque seguir a Cristo no es quedarse quieto. Es dejar la comodidad, el cinismo, el “me da igual”. Es ponerse en camino. De Roma iremos a Santiago. De Santiago, a Jerusalén. Y de ahí… al mundo.

Elegimos anunciar. No con discursos vacíos, sino con vidas auténticas. Con música, redes, arte, silencio, presencia. Con una fe que no impone, pero propone. Con alegría, profundidad y sentido.

Elegimos sanar. Ser rostro de una Iglesia que no juzga, sino que acoge. Donde nadie sobra. Donde nadie camina solo. Donde se puede llorar, reír, volver a empezar.

Pedimos a la Iglesia que confíe en nosotros. Que nos deje equivocarnos, servir, crecer. Que nos ofrezca caminos reales, comunidades vivas, pastores que caminen con nosotros. Pedimos a los jóvenes del mundo: no apaguéis vuestra sed. No os conforméis con una vida sin verdad. No dejéis que os vendan una libertad vacía. Venid. Caminad. Decid vuestro “sí”.

Desde Roma proclamamos: ¡Jesús es el Señor! ¡Somos su generación! ¡Somos su Iglesia! No somos un experimento. No somos un apéndice. Somos el presente de Dios para el mundo. Y caminamos hacia el futuro que no acaba: la vida eterna prometida por el Padre, ganada por el Hijo y sellada en nosotros por el Espíritu.

Y por eso proclamamos este manifiesto: con nuestros pies en camino, con nuestros labios en alabanza, y con nuestros corazones abiertos al Espíritu.

¡Somos testigos! ¡Somos peregrinos! ¡Somos Iglesia en marcha!

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