Comunicaciones

Asamblea Sinodal 2023

Desde el 4 de octubre se está desarrollando en la Ciudad del Vaticano la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Es la primera vez que la Asamblea Sinodal no está constituida exclusivamente por obispos de todo el mundo; a esta también asisten con pleno derecho sacerdotes, religiosos, laicos, mujeres y hombres, aunque en número reducido en comparación con el número de obispos. La sinodalidad eclesial estaba pidiendo este paso…

Se comenta que en esta primera sesión de la XVI Asamblea General del Sínodo (la segunda será en octubre de 2024) van a continuar las interlocuciones, el diálogo, la escucha, el discernimiento… en continuidad con las comunicaciones y aportaciones que se han ido presentando en las fases diocesana y continental de este Sínodo. Para ello, el Documento de Trabajo que se ha elaborado incorpora unas fichas de trabajo con el fin de facilitar y canalizar el quehacer de la Asamblea Sinodal.

En las fases sinodales anteriores (diocesana y continental) ha habido oración, escucha, diálogo, aportaciones… Ahora se ha llegado a la Asamblea General cargados de frutos, que son los dones que cada Iglesia local ofrece a todas las demás.

Recordemos el lema de este Sínodo: “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión”. El “caminar juntos” característico de la sinodalidad se experimenta sobre todo en la Iglesia local. Debemos ser conscientes, como cristianos, de que estamos teniendo una oportunidad singular de encuentro en la fe, que hace crecer el vínculo con Dios, la fraternidad entre las personas y el amor a la Iglesia.

Durante estos días, quienes forman parte de la Asamblea Sinodal “conversan en el Espíritu” en vista a un discernimiento en común. Esta expresión: “conversar en el Espíritu” se repite a lo largo del Documento de Trabajo. Practicar este método debe ser prioritario en todos los niveles de la vida eclesial.

Las conversaciones giran en torno a las tres prioridades elegidas: comunión, participación y misión. Son también desafíos con los que toda Iglesia local debe medirse. Siendo cada uno un aspecto independiente, sin embargo los tres se relacionan, se alimentan y se apoyan mutuamente.

En definitiva, estamos ante un “tiempo de gracia” que acentúa un modo de proceder eclesial que ha de penetrar en la vida cotidiana de nuestras comunidades y parroquias, creando espacios en los que se pueda practicar regularmente el discernimiento personal y comunitario.

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